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Año 2100. Reflexiones sobre el siglo XXI

Una única sociedad

Una única sociedad

Una sociedad es un conjunto de personas que directa o indirectamente colaboran entre ellas y se relacionan (relación que puede ser amistosa, impositiva o de enfrentamiento). Si bien es indiscutible que entre el pueblo humilde de Uganda y los habitantes de Beverly Hills en California existen muchas diferencias, ambos mundos son víctimas de nuestra recientemente estrenada globalización económica (unos abocados a consumir desmesuradamente y otros condenados a pasar hambre o a morir de malaria). Y usted y yo también somos parte también de esta sociedad, al margen de la hipoteca, ritmo de vida o propiedades que poseamos, o el país en el que vivamos con su modelo de gobierno y nivel de libertades. Ahora la sociedad es una sola, llena de injusticias e imperfecciones, pero única a fin de cuentas. En otros tiempos pretéritos, los diferentes pueblos se desarrollaban y evolucionaban aislados entre ellos, al margen de unos pocos intrépidos que se aventuraban a viajar y comerciar (el ejemplo más famoso es Marco Polo). Las largas distancias servían de aislante cultural entre esos pueblos. Pero tras los imperialismos del siglo XIX y los movimientos migratorios posteriores, esas fronteras sociales fueron cayendo poco a poco, hasta desaparecer del todo a finales del siglo XX, con la llegada de la era de la comunicación. La mayoría de los pueblos aún conservan su cultura, pero ahora mismo ya forman parte de una única sociedad. Una sociedad que está viva, y que a pesar de las diferencias culturales entre países va convergiendo generación tras generación hacia el modelo social conocido como occidental. Un cambio tan fuerte como supone la globalización económica lo estamos viviendo sin apenas ser conscientes de ello. No es algo que se perciba en el día a día, aunque dicha transformación sea tan rápida que casi adquiere el apelativo de revolución. Y es que el discurrir de la historia fluye sin parar y está pasando ahora frente a nuestros ojos, tan cerca que a veces es necesario alejarse para percibir los matices y la importancia de los hechos. Por buscar una analogía, la historia se asemeja a la proyección de una película en una gran sala de cine. Si nos sentamos muy cerca de la pantalla no llegaremos a apreciar bien los colores, y las siluetas serán más bien borrosas. Nos debemos alejar para poder ver bien la proyección. Pues de igual forma, en el mundo han sucedido y suceden hechos que no llegamos a percibir en toda su magnitud hasta que pasan 5, 10, 25 o incluso 50 años.

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