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Año 2100. Reflexiones sobre el siglo XXI

La rueda del consumo

La rueda del consumo

Nos estamos transformando en consumidores natos, inmersos en un sistema económico que necesita que lo seamos para no venirse abajo. ¿Y cómo es posible esto?. De forma consciente o inconsciente, Estados Unidos lleva desde la década de los 60 exportando y promocionando su modelo de vida americano por todo el planeta (a través del cine y la televisión), primero fue en Occidente y de un tiempo a esta parte ya es a nivel global. El modelo de vida americano genera una sociedad en la que está bien visto el consumo. El consumo se encuentra en lo más alto de la escala de valores sociales. La gente consume para sentirse aceptado y valorado, para sentirse bien. Una sociedad además que sea débil moralmente y con bajo nivel cultural es una sociedad manejable y previsible, que no va a renunciar en el futuro a sus comodidades a cambio de unas ideologías o de una revolución social. Por tanto la sociedad desarrollada y acomodada de Occidente no liderará revolución alguna… a menos que le pinchen donde más le duele, es decir, que le cierren el grifo del consumo.

Algún día el equilibrio entre oferta y demanda sobre el que se sostiene el mercado libre puede romperse, produciendo una crisis económica que eleve los precios de tal forma que sea imposible mantener los niveles de consumo, y desemboque en una insostenible crisis social. Nuestro ritmo de vida exige un marco económico mundial muy engrasado y equilibrado, que es más frágil de lo que creemos. La gran dependencia del petróleo como fuente principal de energía hace que no podamos ahora mismo vivir sin el llamado oro negro. La reserva mundial (millones y millones de barriles) permitirá que, ante un agotamiento progresivo de los pozos de petróleo, la existencia de crudo esté garantizada durante un tiempo. Sin embargo, ahora por cada barril que se extrae ya se están consumiendo cinco. Por tanto no habrá que esperar muchos años para ver cómo su precio alcanza niveles que perjudiquen seriamente el equilibrio de la economía mundial. Los estados tendrán poco margen de maniobra, dada su escasa influencia en todo el sistema económico, y la sociedad deberá aprender de repente a vivir sin petróleo.

La más que previsible crisis del petróleo del siglo XXI se puede atenuar si de forma progresiva se van sustituyendo las fuentes de energía no renovables por las llamadas fuentes de energía verdes, que son ilimitadas. En ese sentido, curiosamente Estados Unidos, el mayor consumidor de crudo, se encuentra a la cola en investigación y uso de fuentes de energía renovables. Y es que los magnates del petróleo ejercen un gran poder en el gobierno de ese país.

Detrás del telón existe un grupo secreto de poder que influye en el rumbo económico del mundo, y por extensión (dada la influencia actual de la economía en los demás ámbitos) en los gobiernos y sociedades de los principales países del planeta, el principal de ellos Estados Unidos. Desgraciadamente, sus intereses no son la paz o la erradicación del hambre en el planeta, o la ayuda a los pueblos más sometidos y desfavorecidos. Son grandes inversores y empresarios que buscan aumentar sus fortunas en los negocios de más rentabilidad: fabricación de armas, consumo de petróleo, patentes farmacéuticas y explotaciones de minas de diamantes. A pesar de todo, su poder no es absoluto, y la última palabra la tiene la sociedad (principalmente la de los países desarrollados), aunque una sociedad acomodada apenas dispone de fuerzas para tomar sus propias decisiones. El modelo de vida americano incita al consumo, como hemos comentado antes. Si uno se lo puede permitir, se comprará el coche más grande, la casa mejor, la ropa a ser posible será de marca, cambiará el fondo de armario con cierta frecuencia… si tiene sed, antes que agua beberá a ser posible una bebida refrescante aromatizada, etcétera. Y detrás hay un mercado mundial que se mueve, que necesita que compres para que la rueda no se ralentice. Un mercado que te ofrece múltiples facilidades para que gastes, desde tarjetas, pago a plazos, préstamos, … Un mercado de libre competencia en el que la publicidad se lleva un porcentaje importante del coste final del producto. Cada vez que compramos algo, una parte de lo que pagamos es para gastos de marca y publicidad, otra para gastos de transporte y logística, otra para costear a intermediarios, y el resto es el coste real del producto y las tasas e impuestos. Muchas veces nos quejamos de estos últimos (el IVA es el más conocido) cuando de todos los trozos del pastel es el único que gestiona el estado y revierte posteriormente en infraestructuras sociales y en compensar desequilibrios entre pueblos. Lo demás sirve en buena parte para ampliar los beneficios de los inversores y engrasar la gigantesca maquinaria del mercado libre.

Antes hemos dejado entrever que la sociedad tiene la última palabra. Pero, ¿de qué armas disponemos para llegar a un equilibrio de fuerzas frente a todos estos agentes de poder?. Todas se resumen en dos palabras: autodefensa intelectual. Las personas debemos disponer de suficiente capacidad para elegir libremente, en pro de un consumo más racional de los recursos. Y esa capacidad se adquiere a través de la educación, que nos enseña a reflexionar y formar nuestra propia opinión de las cosas, en definitiva nos ayuda a que nuestro intelecto sea libre. El estado de derecho tiene la obligación de garantizar la igualdad de oportunidades y el acceso a una educación digna de todos sus miembros, que les permita usar su intelecto con libertad. Por tanto, un buen sistema educativo es clave para neutralizar socialmente las embestidas del capitalismo liberal actual. Si mantenemos vivo nuestro espíritu de crítica podremos algún día liderar la revolución social que se aproxima, hacia un consumo sostenible. Los estados deben modernizar sus modelos educativos, fomentar la lectura, auténtica vía para la formación del espíritu crítico, y transformar el principal medio de difusión, la televisión, en una ventana temática al conocimiento, entretenimiento e información, dejando al espectador que elija lo que desea ver y no sea como ahora, que ve lo que le echan.

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