Blogia
Año 2100. Reflexiones sobre el siglo XXI

El imperceptible discurrir de la Historia

El motor de la Historia

El motor de la Historia

Los principales motores que mueven el mundo y su historia han sido siempre el comercio y el choque entre civilizaciones y pueblos. Ambos aspectos serán también claves en la evolución de la humanidad durante este siglo. Un pueblo que tiene malas relaciones con otros pueblos destina muchos de sus recursos humanos y técnicos al sector bélico, fabricando armas (o comprándolas) y manteniendo a un numeroso ejército. Esto ha sido así desde las primeras civilizaciones. Si además ese pueblo o país entra en guerra, el esfuerzo necesario para sustentarla exige grandes sacrificios y siega montones de vidas humanas sin diferenciar vencedores de vencidos. Por eso se dice con razón que tras una guerra ningún bando sale victorioso. Viéndolo así, cualquier pueblo con un mínimo de sentido común tratará de mantener unas relaciones de respeto con el resto de sus vecinos y evitará cualquier escaramuza. Puestos a elegir, mejor invertir el esfuerzo de todo un pueblo en labores efectivas y productivas, que en la simple defensa del territorio. La civilización egipcia se encontraba aislada de otros pueblos amenazadores, protejida por el mar y el desierto, y tuvo 4.000 años de evolución pacífica. Aquella civilización obtuvo grandes avances en variados terrenos como la agricultura, la construcción, la astronomía, etc. Pero las guerras han existido siempre, motivadas por conflictos de territorialidad (invasión o defensa de un territorio), de ideas (las guerras civiles), religión y honor. ¿Puede haber otros motivos?. Imaginemos que usted fabrica armas o se dedica a su venta. Unas relaciones entre estados basadas en el respeto no son el mejor marco para su negocio. Así que reconózcalo, le interesa que haya conflictos, relaciones tensas, guerras civiles, alguna invasión de vez en cuando… Si el mundo convergiera a un entendimiento global, basado en el respeto entre culturas, estados y pueblos, debería conformarse con vender cada vez menos carros de combate, granadas, minas antipersona, fusiles de asalto, helicópteros, submarinos y aviones.

 

Influencia de los acontecimientos en la Historia

Influencia de los acontecimientos en la Historia

Es indudable que usted está siendo testigo directo de los acontecimientos que serán analizados y relatados en los libros a publicar sobre el siglo XXI, dentro de 95 o 100 años. Con toda seguridad, el primer suceso destacado (por orden cronológico) será el ataque terrorista que sufrió Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Ese día marcó realmente el inicio del nuevo siglo, y del nuevo milenio. Los que fuimos testigos en directo por televisión de la caída de las Torres Gemelas de Nueva York no éramos capaces de determinar el grado de importancia de aquel ataque al corazón del país más poderoso del planeta, y nos empezábamos a preguntar: ¿qué va a pasar a partir de hoy?, ¿el mundo ya no va a ser igual?, ¿estamos abocados a una III Guerra Mundial?. Hoy todavía no somos capaces de aclarar hasta qué punto ese ataque terrorista influirá en el rumbo del mundo. Y es que, esto es importante, la trascendencia real de un acontecimiento dentro de la historia se desconoce en el momento en que este sucede, y sólo queda determinada años después. Aunque no sólo los sucesos impactantes dejan huella en la historia. A veces, un hecho irrelevante o poco valorado acaba influyendo de forma determinante en el rumbo social. Y también, porqué no, puede suceder a la inversa, que acontecimientos de gran magnitud luego no influyan en el futuro del planeta. ¿Es posible que algo como esto último suceda con el atentado de las Torres Gemelas?. No se sabe. Indudablemente fue un acontecimiento de gran impacto, que llegó a todos los rincones del globo gracias a las telecomunicaciones, pero que dentro de 30 o 40 años podría acabar siendo sencillamente un segundo Pearl Harbor. De momento sólo está sirviendo para poner a Afganistán e Irak en el punto de mira de Estados Unidos.

Otro ejemplo de este necesario reposar de la historia fue la llegada del hombre a la Luna en 1969, un acontecimiento sin precedentes destinado a marcar un antes y un después en la historia. Muchos vaticinaban en ese instante que para el año 2000 el hombre ya habría llegado a Marte, y los vuelos espaciales estarían al alcance del gran público. La era espacial iba a cambiar el mundo. Y en cierto modo lo ha hecho, sobre todo en el aspecto de las comunicaciones, pero podemos asegurar que ahora, 40 años después, los vuelos espaciales siguen siendo tan caros y peligrosos como entonces, y el hombre desde 1973 ya no ha vuelto a pisar otro lugar fuera de la Tierra, ni siquiera ha regresado a la Luna. Aquella hazaña de Neil Armstrong y “Buzz” Aldrin conserva todo el simbolismo del hecho en sí, pero su repercusión en la historia no ha sido determinante, en absoluto comparable con la del descubrimiento de América de 1492. La principal diferencia es que en América había otra civilización y riquezas, y en la Luna no. En ese aspecto, para un historiador, la llegada del hombre a la Luna se asemeja más a la conquista de la cima del Everest o del Polo Sur, metas más científicas y aventureras que de tinte comercial o cultural.

Una única sociedad

Una única sociedad

Una sociedad es un conjunto de personas que directa o indirectamente colaboran entre ellas y se relacionan (relación que puede ser amistosa, impositiva o de enfrentamiento). Si bien es indiscutible que entre el pueblo humilde de Uganda y los habitantes de Beverly Hills en California existen muchas diferencias, ambos mundos son víctimas de nuestra recientemente estrenada globalización económica (unos abocados a consumir desmesuradamente y otros condenados a pasar hambre o a morir de malaria). Y usted y yo también somos parte también de esta sociedad, al margen de la hipoteca, ritmo de vida o propiedades que poseamos, o el país en el que vivamos con su modelo de gobierno y nivel de libertades. Ahora la sociedad es una sola, llena de injusticias e imperfecciones, pero única a fin de cuentas. En otros tiempos pretéritos, los diferentes pueblos se desarrollaban y evolucionaban aislados entre ellos, al margen de unos pocos intrépidos que se aventuraban a viajar y comerciar (el ejemplo más famoso es Marco Polo). Las largas distancias servían de aislante cultural entre esos pueblos. Pero tras los imperialismos del siglo XIX y los movimientos migratorios posteriores, esas fronteras sociales fueron cayendo poco a poco, hasta desaparecer del todo a finales del siglo XX, con la llegada de la era de la comunicación. La mayoría de los pueblos aún conservan su cultura, pero ahora mismo ya forman parte de una única sociedad. Una sociedad que está viva, y que a pesar de las diferencias culturales entre países va convergiendo generación tras generación hacia el modelo social conocido como occidental. Un cambio tan fuerte como supone la globalización económica lo estamos viviendo sin apenas ser conscientes de ello. No es algo que se perciba en el día a día, aunque dicha transformación sea tan rápida que casi adquiere el apelativo de revolución. Y es que el discurrir de la historia fluye sin parar y está pasando ahora frente a nuestros ojos, tan cerca que a veces es necesario alejarse para percibir los matices y la importancia de los hechos. Por buscar una analogía, la historia se asemeja a la proyección de una película en una gran sala de cine. Si nos sentamos muy cerca de la pantalla no llegaremos a apreciar bien los colores, y las siluetas serán más bien borrosas. Nos debemos alejar para poder ver bien la proyección. Pues de igual forma, en el mundo han sucedido y suceden hechos que no llegamos a percibir en toda su magnitud hasta que pasan 5, 10, 25 o incluso 50 años.

Nosotros hacemos la Historia

Nosotros hacemos la Historia

¿Qué es la historia?. ¿Conocemos la historia?. Habitualmente la gente que somos profanos del tema no nos hacemos mucho estas preguntas. Vivimos convencidos de que este, al igual que otros campos de estudio e investigación, no va con nosotros. La historia nos parece un relato salpicado de nombres propios, fechas importantes, descubrimientos, batallas, catástrofes y poco más. Un compendio que sólo interesa a historiadores profesionales, a algún aficionado loco, y a los escritores de novela histórica.

Hemos de ser conscientes sin embargo que la historia se está escribiendo en cada momento, y que todos somos parte de ella. No es algo que se genere a posteriori, sino que cada día la sociedad sin darse cuenta escribe una línea de su propia historia. Nuestros actos influyen en ese relato del mismo modo que grano a grano la arena arrastrada por el viento va erosionando y moldeando las pirámides de Egipto. Un grano por sí solo no es transcendente, pero miles y miles de granos durante cientos de años dejan su huella. Y es que la historia sobre todo es de la sociedad. Políticos, reyes, dictadores, terroristas, conquistadores y científicos pueden influir mucho más directamente en el devenir de los acontecimientos, pero no son más que dedos ejecutores de la sociedad, parte y víctimas de ella igual que cada uno de nosotros.